—Esta es del día cuando los abuelos se pusieron de novios —les decía la mamá de Antonio. Era una fotografía en blanco y negro ajada y descolorida, de una pareja que posaba como si estuvieran bailando un tango.

—¿Era en una fiesta?

—Era un baile de carnaval, ¿no ves que estaban disfrazados? Antes se acostumbraba a festejar los carnavales. ¿Viste qué lindo estaba tu abuelo vestido de compadrito del mil novecientos? ¿Y la abuela? Divina. Ella decía que era un traje de fantasía.

Antonio sonrió. El traje de la abuela era una rara mezcla entre vestido tradicional ruso y hada de los cuentos. Se la mostró a Julieta, que estaba a su lado eligiendo fotografías.

—Los dos eran muy lindos y la abuela estaba preciosa. Esta también —dijo ella y la puso junto con las que había separado.

—¿Qué piensan hacer con estas fotografías tan viejas? —dijo la mamá.

Julieta y Antonio se miraron y ella le hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Las vamos a copiar y a ponerlas en la computadora, mamá, para conservarlas y que no sigan deteriorándose.

—Qué lindo que se tomen tiempo para esto, con lo ocupados que están siempre. Después vamos a poder verlas en el televisor, ¿no?

—Claro suegrita, vamos a invitar a la familia para que las veamos juntos —le contestó Julieta.

—Vean esta de Antonio y su hermana jugando en la piscina y esta otra de cuando bañaban a Rayo, el ovejero alemán —les mostraba la madre, que miraba con los ojos del recuerdo esos pequeños cuadros de historia suspendida en el tiempo.

Juntaron los antiguos tesoros de ambas familias más las de su casamiento y las de Julián, su bebé de dos años. Al final, también decidieron agregar fotos de sus viajes por Argentina.

Cargaron todo en un archivo con sus datos personales y lo llevaron a la clínica del doctor Palmeira.

*          *          *

Ellos habían concebido por fertilización asistida, no porque fueran estériles sino porque Julieta había sufrido un accidente cuando era niña y tenía problemas en las trompas. La clínica se había encargado de extraer los óvulos, fecundarlos y luego insertarlos en el útero. De ese procedimiento obtuvieron tres embriones, de los cuales el primero no prosperó y el segundo sí. Precisamente de ese nació su hijo. El tercero quedó vitrificado.

Al cumplirse dos años desde el tratamiento, el doctor les informó que había finalizado el plazo de caducidad para conservar los embriones en la clínica y debían decidir qué hacer con el que todavía guardaban. No querían volver a pasar por todo el  proceso otra vez y estaban demasiado ocupados con sus trabajos y su pequeño hijo como para empezar con otro bebé.

Lo ideal sería donarlo a alguna pareja que tuviera problemas de infertilidad, pero esa opción requería más tiempo y ellos no podían solventar el gasto para extender el plazo de vitrificado.

—También pueden entregarlos a la ciencia. Esta es una posibilidad real, porque ustedes tienen un genoma muy buscado. Los resultados de sus pruebas genéticas mostraron que ambos poseen un coeficiente intelectual excepcional, lo que se complementa con sus capacidades artísticas y físicas —les explicó el doctor.

—Pero eso es horrible —dijo Julieta.

—No todas las veces. Precisamente, el laboratorio Vitalab de los Estados Unidos, uno de los más importantes en avances genéticos del mundo, me ha pedido muestras. Están seleccionando donantes de todos los países. Les voy a entregar los documentos que detallan para qué los van a usar y, si están de acuerdo, mandaré las de ustedes.

—¿Y si no? —preguntó Antonio.

—La última opción es destruirlo.

*          *          *

—¿Estás de acuerdo?

—Creo que sí —le contestó Julieta —, por lo menos le damos una posibilidad de vivir.

—Y de vivir una vida que ninguno de nosotros podría siquiera imaginar —coincidió Antonio.

—¿Vos pensás que alguna vez nos enteraremos de algo?

—No creo. Cuando firmemos, vamos a ceder todos nuestros derechos.

—Es mejor que destruirlo, ¿no? —insistió ella.

—Seguro. Aunque quiero que vos estés convencida.

—Sí, claro, pero es muy difícil.

—Solo imaginá que si sobrevive, nuestro hijo va a convertirse en parte de la historia de la humanidad. ¿No es fantástico?

Julieta lo miró, sonrió y asintió con la cabeza. Ya lo habían pensado y hablado suficiente, era momento de tomar una decisión.

—Bueno. Entonces, llevemos esto al doctor Palmeira y esperemos a que la ciencia haga el milagro.

*          *          *

El experto de Vitalab hizo una última revisión de las cámaras de vitrificación. Los embriones humanos lucían perfectos, no había rastros de cristales de hielo y la temperatura era óptima. A los cigotos de animales no les habían dado el derecho a ser fruto del azar, eran producto de la clonación y según los informes de las computadoras, estaban bien.

El Vasimr tardó solo cinco meses en llegar. El propulsor de magneto-plasma había logrado reducir el tiempo del viaje y el blindaje pudo proteger la vida a bordo de la nave. Ya estaba instalada la colonia en Marte. Ahora, era el momento de empezar a poblarla.